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Posts Tagged ‘Depresión’

depresiónLa depresión es una enfermedad más, pero como la gente no la entiende, hay que añadirle a veces la incomprensión de los que rodean a esa persona. ¿Qué hacer? Los expertos recomiendan hacer una caminata de al menos 40 minutos, deporte o alguna actividad recreativa. Algunas personas necesitan medicamentos especializados, bajo supervisión médica; pero esto no se debe prolongar mucho tiempo, en la medida de lo psoible. También ayuda el tratar de llevar una vida normal, ocupada.

La humanidad es como un niño perdido en un bosque, que hace tiempo salió de la carretera para perseguir a las mariposas por un placer momentáneo. Cuando el niño se da cuenta de que está perdido, no hace nada más que continuar la búsqueda de los placeres pasajeros. Como el placer aumenta y la manera de satisfacer su ansia crece, se mitiga la sensación de pérdida. Comienza a disfrutar del bosque y se olvida de que está perdido. Sin embargo, llega un momento en que se impone la verdad sobre él. ¿Quién va a decir: no todo está perdido? Puedes retomar el camino de vuelta a la fe de tu infancia.

Todos estamos sometidos a la tempestad. Pero Jesús calma la tempestad (Marcos 4, 35-40). Con Jesús en nuestra barca no naufragaremos. En estos trágicos momentos Jesús parece dormido. Y sin embargo está. Es cuestión de hacer presente la presencia de Jesús. La fe es la certeza de su presencia y de su compañía. Es el acto de fe el que hace que la fuerza de Jesús actúe, y que la tempestad pierda la fuerza que tiene. En todo salimos vencedores gracias a aquél que nos amó (Romanos 8,35ss).

Cuando uno se siente mal –y también cuando se encuentra bien-, lo mejor es ir al Sagrario. El Señor nos espera desde hace 21 siglos. Nuestra alma tiene una gran necesidad del culto eucarístico. ¿Cómo? Buscándolo en alguna iglesia y conversando con él como nuestro Padre, nuestro amigo, nuestro todo. Cada quien ha de orar conforme a su modo de ser, pero ayuda mucho contar con algún libro, como el Evangelio de San Juan o la parte de oración del Catecismo de la Iglesia Católica. Benedicto XVI le recomendaba a todo el mundo la lectura del Catecismo pues él sabía los tesoros que de hecho contiene.

Quizás pueda ayudar leer el libro El hombre eterno, de Chesterton, o un libro sobre la depresión de Eleazar Salesman.

Los días se acortan, el tiempo se agota. María, la mujer vestida de sol, quiere una vida diaria de oración. ¿Por qué no empezar por visitarla y poner nuestra vida en sus manos? ¡Cuánto espera Ella esa visita!

La historia humana y los hombres son bendecidos cuando Dios es lo primero. Ese es el orden de creación. Cuando a Dios no se le da el lugar que le corresponde la vida humana se enreda.

Quizás deberíamos empezar por lo primero: “¿Para qué nos creó Dios?” El catecismo anterior nos enseñaba a responder: “Para conocer, amar y servir a Dios en esta vida y, después, gozar de la vida eterna”. Una respuesta perfecta, pero que sólo responde a la pregunta “¿con qué fin nos creó?”, no responde a la pregunta “¿por qué razón nos ha creado, qué es lo que le ha movido a crearnos?”. Y a esta pregunta no se debe responder: “Para que lo amemos”, sino: “Porque nos amaba”.

Hay una frase del P. Ricardo Sada que puede ayudar: “Aunque se hunda el mundo, dirás que no pasa nada. Y será verdad porque ha llegado el momento en que Yo, tu Dios, dispuse que se hunda el mundo. Venga lo que venga, viene de Mí” (Oír tu voz, p. 310).

Todo es para bien. Hay que creer en la providencia de Dios y poner en las manos de Dios el pasado, el presente y el futuro. La piedad es el don de saber que tenemos un Padre lleno de amor y absolutamente omnipotente. Paradigma del don de piedad es Santa Teresita de Lisieux. Ella decía: “Haría falta otra lengua distinta a la de la tierra para expresar la belleza del abandono de un alma en las manos de Dios”. Dios tomará la custodia del alma que se ha abandonado a Él. La confianza nos debe conducir al amor. Meses más tarde, cuando estaba en su lecho de muerte Santa Teresita decía: “Estas palabras de Job: Aunque Dios me quitara la vida seguiría esperando en él, me han cautivado desde mi infancia, pero he tardado mucho en llegar a este grado de abandono, ahora puedo decir que he llegado. Dios me ha tomado en sus brazos y me ha colocado en él”.

Chesterton tuvo depresión. También muchos más, se entiende que crezca la depresión por el estado moral del mundo. En sus Memorias, Segunda Navegación, Alejandro Llano cuenta que le dio depresión siendo rector de la universidad. Comenta que “la depresión es un profundo malestar que te embarga. No sabes de dónde viene, pero te percatas inmediatamente de que no tiene salida. Nada externo te puede alegrar, ni siquiera consolar, porque la pesadumbre brota de dentro, de lo más profundo de ti, y no responde a ninguna causa determinada. Por eso te das cuenta inmediatamente de que no cabe remedio al menos inmediato. No tienes ganas de hacer nada. Lo único que te apetece es llorar, pero tampoco te quieres dejar llevar por el llanto. Aunque estaba convencido de que no se trataba de un episodio sino de un estado, decidí proceder como si no tuviera importancia” (p. 33).

Dice: Esta dolencia del alma me afectaba profundamente y ha dejado una huella, afortunadamente positiva, en mi vida posterior. Paradójicamente me hallaba muchas veces perplejo, pero no radicalmente inseguro. Sentía como una especie de suelo firme bajo mis pies, que continuaba ahí en plena desolación interior. Cuando reflexiono ahora sobre ello me doy cuenta de que se debe a la constancia a lo largo del tiempo de las dos vocaciones de mi vida: la vocación espiritual en el Opus Dei y la vocación intelectual a la filosofía… Por mal que me encontrara, nunca me plantee problemas vitales… El doctor Polaino me había insistido en que debía plantearme metas ambiciosas y trabajar en lo mío, aunque no tuviera ninguna gana, como era el caso. Escribía y estudiaba en la amplia biblioteca de la casa. Luchaba contra el sueño provocado por la medicación.

En su última Pascua, Juan Pablo II dijo: Ve el futuro oscuro, pero ¡alégremonos porque Cristo ha resucitado! Ojalá nos quede claro que la humanidad no puede salvarse a sí misma.

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